La belleza y la fuerza de esta Invocación reside en su sencillez y en que expresa ciertas verdades fundamentales: la verdad de la existencia de una inteligencia básica a la que vagamente damos el nombre de Dios; la verdad de que detrás de todas las apariencias externas, el Amor es el poder motivador del Universo; la verdad de que vino a la Tierra una gran Individualidad, llamada Cristo por los cristianos, que encarnó ese amor para que pudiéramos comprenderlo; la verdad de que el amor y la inteligencia son ambos efectos de la Voluntad de Dios; y, finalmente, la verdad eminente de que el Plan divino sólo puede desarrollarse a través de la humanidad misma.
Toda la Invocación se refiere a ese inminente, influyente y revelador depósito de energía, causa inmediata de todos los acontecimientos sobre la Tierra, que indican el surgimiento de algo nuevo y mejor; estos acontecimientos demuestran el avance de la conciencia humana hacia una mayor luz.
Por lo general, el llamado invocador ha sido hasta ahora de naturaleza egoísta y formulado momentáneamente. Los hombres oraron para sí mismos, invocaron la ayuda divina para quienes ellos amaron, y dieron a sus necesidades fundamentales una interpretación material. Esta Invocación es una plegaria mundial, no contiene ninguna demanda personal ni anhelo invocador transitorio; expresa la necesidad de la humanidad y supera todas las dificultades, dudas e interrogantes, llegando directamente a la Mente y al Corazón de Aquel en Quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser; Aquel que permanecerá con nosotros “hasta que el último cansado peregrino haya encontrado su camino al hogar”.